ALIMENTANDO SUEÑOS

Dicen que hay personas PAS (Personas con Alta Sensibilidad). Es un concepto que se ha puesto muy de moda en la actualidad. Ahora resulta que todos somos PAS, o de Altas Capacidades, o Disléxicos, o Hiperactivos o TEA (Trastornos del Espectro Autista.). Y si no somos nada de esto, no nos preocupemos que algo nos encuentran. Hay etiquetas para todos los gustos. Pero si hay que escoger una, me quedo con la de PAS.

Sigo pensando que todos lo somos un poco.  Quizá unos somos más sensibles a los ruidos o a la música, otros a la poesía, otros a las temperaturas, otros a la intuición y otros hipersensibles de corazón. He visto veinte veces E.T y sigo llorando cuando la vuelvo a ver. ¡Y mira que sé, que E.T no se muere! Cuando vuelvo a ver la película, mis hijos me miran de reojo, y me preguntan: – ¿Mamá, ya lloras?

No sé, si lloro más cuando E.T se despide de Eliot o cuando está a punto de morirse. ¿Será por qué una parte de mí hubiera querido irse con él? ¿O lloro de felicidad porque sus padres y amigos vuelven a por él?

La cuestión es:

¿Se puede llegar a llorar viendo cómo se descarga una camioneta llena de alimentos sabiendo que ese mismo día muchos niños y niñas junto a sus padres y madres van a comer alimentos frescos y saludables?

¡Pues sí!

De niña recuerdo reprimirme cada vez que tenía ganas de llorar. Pero me costó algún tiempo entender que el llorar no siempre iba acompañado de tristeza. A veces lloraba porque alguna cosa me hacía sentir mal, por supuesto, pero otras, simplemente lloraba porque algo me emocionaba. Me aguantaba y me aguantaba hasta llegar a casa y soltarlo todo en mi habitación. Y siendo sincera, ahora, como adulta lo sigo haciendo, pero menos. ¡Si hay que llorar, se llora! Aunque sigo buscando algún rinconcito con algo de intimidad. Con esa mirada baja, con disimulo, haciendo ver que estás haciendo otras cosas para que no se note demasiado. ¡Qué puñeteras son las lágrimas! hábiles y escurridizas, pasando por ese mini agujerito que llamamos lagrimal. Poco tiempo nos consienten para prevenirnos de que la tormenta “is comming”. Un poco como la película “DEL REVÉS”, que se lía la de San Quintín, cuando no se le permite a la “Tristeza” (esa niña de cara rechoncha con gafas y de piel azul) soltar y llorar todo lo que necesita.

Pero sigo teniendo una pequeña manía. Cuando el torbellino emocional afloja, acostumbro a pasarlo por la mente razonadora (suena un poco Montessori, lo sé), pero me funciona para poner orden a esas 3.000 emociones que existen. Creo que incluso hay más.

Y pienso: Vamos a ver, analicemos esta emoción, ¿Por qué lloras?

ESTAS SON MIS CONCLUSIONES:

  • Lloro, por ver llegar a Pau (el payés), en su camioneta llena de fruta y verdura y pensar: ¡Guau! Uno más que se suma a Vida Significativa. Por participar, por ayudar, por facilitar, por dar un precio asequible y por imaginarme a todas esas familias con hijos e hijas en situación vulnerable beneficiándose de productos de proximidad, de buena calidad y ecológicos.
  • Lloro de emoción, porque me siento bien. Es una sensación extraña. Aunque suene raro, es una sensación incluso de recompensa. Tú haces algo por alguien, y simplemente te sientes lleno, en plenitud. Dar algo a alguien que no conoces personalmente pero que sabes que lo necesita, genera una satisfacción indescriptible, una sensación de logro, e incluso de paz.
  • Lloro de emoción, porque se fortalece el compañerismo. Antes de la llegada de esa camioneta llena de comida, ha habido llamadas, reuniones, cenas, charlas, ideas, risas, bajones… Pienso en todos los voluntarios, socios y colaboradores de Vida Significativa que incluso estando lejos han hecho posible este proyecto.
  • Lloro de emoción, por haber llegado hasta aquí, por superar miedos e incluso límites.
  • Lloro de emoción, por todo lo que tengo y de lo afortunados que son mis hijos. Nosotros sí podemos comprar alimentos frescos y ecológicos cada semana.
  • Y también lloro de emoción cuando ellos también se vuelven agradecidos y nos acompañan en algunos de nuestros proyectos.

Como dijo Paulo Coelho: “Las lágrimas son palabras que necesitan ser escritas”

  • Y, por último, lloro de emoción, por encontrarme a mi amiga Pachu, con sus hijos, para dar soporte, para compartir un bonito acto, por amistad y que luego te diga:

– ¿Te vienes a comer a casa?

Escrito por Helena Ramon.

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